Desde el Paleolítico, la provincia de Córdoba ha quedado marcada por la huella del hombre. Tartésicos y oretanos se disputaron la posesión de estas tierras y la explotación de sus minas de hierro, plomo y cobre.
Los romanos la conquistaron fascinados por la belleza de su paisaje y la fertilidad de su valle. De su presencia dan testimonio las innumerables construcciones que recorren la provincia. Tras la expansión musulmana por la península ibérica, el territorio del Al-Andalus cordobés se erige en el principal foco de irradiación cultural y económico de la Europa medieval.
Con el Emirato independiente instaurado por Abderramán I y el califato Omeya de Abderramán III, Córdoba vive su máximo protagonismo histórico. El magisterio de grandes hombres -Séneca, Maimónides, Averroes…- difundió por todo el orbe el esplendor y apogeo cordobés.
Tras la conquista cristiana, las repoblaciones del valle del Guadalquivir por Carlos III y las agitaciones sociales del siglo XIX, la provincia emprende un nuevo rumbo histórico. Hoy, este privilegiado enclave andaluz atesora un patrimonio monumental, capaz de cautivar al viajero más exigente.